AMOR INTEMPESTIVO, Rafael Reig, 2020

De un tiempo a esta parte me ha dado por ahondar en el género de la autoficción, en obras como Cambiar de idea, de Aixa de la Cruz (2019); Una novela rusa (2007) y De vidas ajenas (2009), de Carrère; Los Cinco y yo, de Antonio Orejudo (2017); o La lección de anatomía, de Marta Sanz (2008). Como subgénero narrativo ofrece muchísimas posibilidades, abriendo una nueva vía al género novelesco que lleva siendo declarado agotado desde hace tanto tiempo. Como lector disfruto de la autoficción, tanto de lo que se cuenta como de los mecanismos que se escogen para contar. Además, y por suerte, la narrativa española sigue sumando grandes títulos, como algunos de los que he referido antes. Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963), de quien únicamente había leído su peculiar Historia novelada de la literatura Manual de literatura para caníbales (2018), trabaja esta tendencia en su última novela, Amor intempestivo.

Portada de la primera edición de la obra en Tusquets (2020)

Reig construye su historia, una autobiografía con forma de confesión nada autocomplaciente de un periodo de tiempo concreto (hasta sus treinta y cinco años), sobre dos pilares que se entrecruzan constantemente a lo largo los capítulos: por un lado su familia, especialmente el infausto final de sus padres; y por otro su desempeño en diferentes universidades de Estados Unidos, sus primeros fracasos como autor, en busca de publicar su obra maestra, y sus relaciones sentimentales. Se trata de una introspección sobre aquel ajetreado periplo vital motivada, desde la distancia que otorga el tiempo, por la búsqueda de algo así como un «alma» propia, que lleva a cierto descubrimiento de sí mismo, como queda patente especialmente en las últimas páginas de la obra.

La novela se vuelve torrencial en ocasiones, pues narra mil peripecias del protagonista, desde su casi laberíntico recorrido por la geografía de Norteamérica, su vida bohemia regada con whisky a todas horas, hasta la ingente cantidad de mujeres con las que mantiene relaciones tanto conflictivas como anodinas. Pese a todo esto, sobrevuela siempre la impresión de que el protagonista, ni que sea desde el ahora del que narra, tiene (y quizás tenía), con un punto de arrepentimiento, la mirada puesta en sus padres, tan lejos de él. Son las páginas referidas a la historia familiar las que conmoverán especialmente a los lectores, mucho más que los escarceos sexuales y/o alcohólicos, de la etapa americana del protagonista, quizás menos sorprendentes también literariamente.

Como autor incapaz de concebir una obra maestra, uno de los temas más interesantes de la novela, el protagonista esparce ciertas reflexiones sobre su obra y sobre el propio oficio de escritor: «¿me gustaba ser escritor o en realidad también me gustaba escribir?» (p. 112); o «Cuando estaba solo, lleno de dudas, escribiendo sin esperanza de publicar, inseguro: entonces era feliz. Lo sigo siendo: es solo en esos momentos cuando me siento escritor» (p. 124). Es al final el lugar desde el cual nos narra también hoy Reig, desde su condición de escritor, si pensamos que precisamente una de las motivaciones de la escritura de Amor intempestivo es, como he adelantado, la incapacidad de poder componer una obra maestra (¿por falta de un alma?), habiéndose creído él y sus compañeros de la universidad genios destinados a la inmortalidad. Estas aseveraciones, sin embargo, ¿son mera impostura o son sinceras? Y aún más allá, ¿nos importa realmente si pertenecen al artefacto narrativo o efectivamente funcionan como metaescritura?

Por otro lado, quisiera señalar también una curiosa intersección que se da entre esta obra y Los cinco y yo, de Orejudo. Mientras que en aquella Reig aparecía como autor apócrifo de una novela sobre los célebres personajes de Enid Blyton, en esta aparece Antonio Orejudo como compañero de generación de Reig, amigos desde los años universitarios. Es cierto que Reig motivaba de algún modo parte de la escritura de la novela de Orejudo, mientras que en Amor intempestivo la presencia de Orejudo es más anecdótica. No obstante, quedan ambos unidos en su reflexión sobre su lugar literario, el de ellos y el de toda su generación. Por otro lado, Amor intempestivo quizás está mejor estructurada, es más redonda y conclusiva que Los cinco y yo.

Rafael Reig

En definitiva, con esta obra Reig ha desnudado, no siempre indulgentemente, una etapa vital a dos velocidades desde un gran dominio del género autoficcional. Nos ofrece una novela que se disfruta especialmente, de lectura ágil y atravesada por ciertos pasajes de gran hondura. ¿Cuánto hay de biografía y cuánto de ficción en sus páginas? ¿Qué contamos cuando nos contamos y cómo lo contamos? Sirva de conclusión la máxima que él mismo cita en la novela: «Como dijo Machado, también la verdad se inventa» (p. 129).

@PabloEp4

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